viernes, 29 de septiembre de 2017

Suelo Virgen - Iván S. Tuguénev






Explicando los motivos que le llevaron a escribir Suelo virgen, Turguénev escribió: “Hasta ahora la nueva generación ha sido representada en nuestra literatura como una banda de falsarios y granujas, lo que es falso […] O han sido idealizados, lo que también es falso y perjudicial. Decidí enfrentar la verdad por el camino medio’’

Ivan S. Turguénev escribió Tierra virgen incorporando al movimiento populista ruso y su lucha espontaneísta dentro de la tradición literaria rusa de siglo XIX. Son protagonistas como Nezhdánov,  Solomin y Markélov los que encarnan a ese conjunto de jóvenes revolucionarios que surgieron fruto de los conflictos entre una gran masa de campesinos y los kuláks aparecidos principalmente tras ser abolida la servidumbre. El deseo de derrocar la monarquía y redistribuir la tierra entre los campesinos choca frontalmente con el patetismo, una nota constante en la obra, de no saber por qué caminos les va a llevar sus acciones. La incertidumbre de cómo llevar a cabo la revolución campesina, y sobre todo, de cómo liderarla, deja su huella marcada en el momento que van desarrollándose los personajes y se va dibujando la opuesta visión de la realidad que tienen las nuevas generaciones respecto las más viejas. 

Se puede afirmar que Nezhdánov es el protagonista por excelencia. Un personaje corrompido por dentro, que sueña con un campesinado sepa leer poemas de grandes autores pero que se muestra escéptico ante las posibilidades de conseguirlo. Un hombre que se establece como profesor en la casa de Sipiaguin, donde se rodea de la alta nobleza y donde su lucha interior se acrecienta. Junto su amor con Marianna, su cerebro es un mar turbulento de ideas contradictorias, de decepciones y no le llevan a un buen final.



sábado, 23 de septiembre de 2017

¿Quién fue Anton Chéjov?

Anton Paulovich Chéjov nació en la localidad de Taganrog, a orillas del mar de Azov, en 1860. Un contexto –como se podrá suponer – complejo y especialmente marcado por la derrota rusa en la guerra de Crimea, la cual puso en evidencia la total incapacidad del estado zarista de competir contra los países capitalistas avanzados. Por no mencionar el enorme impacto que causó el conflicto en la economía exterior del país y en los bajos estratos sociales del mismo, donde se vivió una serie de hambrunas y penurias que el absolutismo no pudo paliar.

Un marco caracterizado por la miseria que, sumado a la ascendiente presión de los Naródniki –“Los populistas”, grupo compuesto por idealistas que creían en el papel revolucionario del campesinado y la necesidad de que estos debían ser guiados por líderes individuales–, hizo que en 1961 el zar Alejandro II elaborara una reforma agraria con la pretensión acabar con la servidumbre de forma oficial.«Es preferible abolir la servidumbre desde arriba y no esperar a que empiece a ser abolida desde abajo», como él mismo dijo.

La evolución histórica posterior muestra que esta reforma ni apaciguó la conflictividad social ni supuso una mejora real para el campesinado. Más bien, sustituyó una esclavitud por otra: la económica. El Comité destinado a realizar la redistribución de tierras no dejó de mostrar su carácter de clase e impuso una serie de restricciones económicas que, en vez de permitir a campesinos adquirir tierras, los obligó a vender su fuerza de trabajo como jornaleros a cambio de unas condiciones laborales paupérrimas.

Es en este complejo entramado en el que se desarrollan los antecedentes familiares y la infancia del escritor; hijo de unos comerciantes miserables que en un principio, y al pensar que tendría dotes para el comercio, lo llevaron a una escuela griega. Viendo que estaba yendo a dicho colegio en vano, el padre (Pavel) lo apuntó a un liceo al que Antón fue durante diez años junto a sus hermanos. Allí es donde el joven escritor empezó a colaborar con la revista del liceo y a escribir sátiras como una forma de canalizar la frustración causada por su mala relación con los profesores.

Pero si por algo tengo que destacar la estancia de Antón en este liceo es porque es en este donde conoce a su primer amor: el teatro. Tal era su fascinación que, a sus trece años, ya había visto varias de las obras con mayor reputación de la época a costa de trabajar en el mercado vendiendo las aves que cazaba.

Al mismo tiempo que escribía y empezaba a ganarse cierto reconocimiento en el mundo literario de la época, asistió a la universidad para estudiar medicina. Una carrera que le entusiasmaba –viéndose el papel de médico constantemente representado en sus obras; “La gaviota”, “El tío Vania”, “Las tres hermanas”… – pero que abandonó una vez se consolidó como un autor de éxito entre las altas y medianas capas de la sociedad. La literatura, como él la describió, era su amante.

Su experiencia familiar, sus inquietudes artísticas y sociales le llevaron a desarrollar una técnica dramaturga que chocaba radicalmente con la rama tradicional del teatro. Proscribió todo lo espectacular de sus obras y, a pesar de ello, dotó a la acción dramática de una nueva estructura basada en una simple sucesión de situaciones cotidianas con las que consiguió –y consiguen, si nos referimos a las obras– trasmitir unas intensas y profundas impresiones. Y todo a través de un entramado que Stanislavski apodó de «corriente submarina», que no se dejaba ver con facilidad y ofrecía temas novedosos y candentes para la época –causando opiniones polarizadas entre la aristocracia y la efervescente burguesía liberal –.

Por submarina se entiende un argumento principal escondido bajo el simbolismo y la sencillez de los diálogos, los cuales nos dan la falsa impresión de que solamente lo que se vislumbra por la superficie es lo que hay. Podemos ver este efecto claramente en La gaviota, obra en la que se puede creer que la trama central gira en torno al amor entre Treplev y Nina porque, en cierta medida, es verdad. Pero hay algo más allá en lo que ambos representan, en la forma en que se enfrentan a sus problemas y en la simbólica gaviota.

Si se lee con atención, veremos que en verdad Antón nos habla del arte y del sacrificio que este exige; del heroísmo de Nina –que quiere ser actriz– para seguir su vocación y la debilidad del soñador frente a la inmensidad del sueño, que viene a ser representado por el otro personaje principal. Ambos son al mismo tiempo la gaviota –recurso que aparece dos veces en escena – aunque cada uno representa una faceta diferente de esta: Nina es el ave que despliega sus alas para emprender el vuelo y Treplev el pájaro abatido e inerte.

Ambos son víctimas de un talento todavía por madurar, con falta de objetivos y  por no saber que aplicación darle a sus aptitudes. En cada uno de ellos hay un poco del autor, de sus inicios y del camino que tuvo que recorrer. Sin embargo, siendo alguien al que le gusta implicar a su propia persona en sus creaciones literarias, también mete a Trigorin, un escritor consolidado que causaba un contraste con los dos anteriores y, por su actitud, Chéjov pretendía autodefinirse como una persona condenada por su talento a tener que estar constantemente escribiendo o buscando ideas; una persona que causaba un gran impacto en su alrededor pero que, sin embargo, no terminaba por conectar o establecer un fuerte lazo con nadie.


A modo de conclusión –si es que merece tener un final esta breve presentación–, no puedo hacer más que invitar a cualquier interesado a leer sus historias y a saber ver más allá de la superficialidad con las que presenta un conjunto de obras con las que revela a la indiferencia, la falta de ideología, el conformismo y el egoísmo como unos de los males que aquejaban a la sociedad rusa en la que tuvo que vivir hasta el día de su muerte: un día de agosto de 1904 a causa de tuberculosis.

viernes, 22 de septiembre de 2017

¿Qué es Nueva Bitácora?

Me complace escribir estas palabras porque significa que por fin me he decidido a llevar este nuevo proyecto en solitario. Y sí, no es el primer intento de un servidor de crear un blog sobre la misma temática. Mi último intento tampoco es que fuera un fracaso; de hecho, ha tenido cierta continuidad y “éxito” desde el 2015 hasta este pasado verano, dos años después.

Aunque hubiese cierta actividad, lo cierto es que este año no ha sido positivo en mucho aspectos, sensación que no me hace sentir particularmente cómodo. Algo disgustado por un navío a la deriva, y algunas entradas que me daban vergüenza ajena, son algunos de los motivos para el borrón y cuenta nueva. De ahí el sentido de este título, pues ya ha existido una Bitácora.

Otro motivo por el cual reemprendo la misma travesía es el anonimato. Mi anterior “bitácora” era leía, de vez en cuando, por familiares y amigos. Con esta renovación, una de mis aspiraciones es desvincular el blog de mi vida personal. No me resulta agradable que cercanos sepan de la existencia del blog porque este acumula una carga significativa de emociones (no siempre agradables) que muchas veces omito delante de ellos.

La filosofía de este blog podría describirse como: destruir lo viejo y alzar lo nuevo. Aunque no tengo intención alguna de dejar viejas entradas en el baúl de los recuerdos. Tengo pensado traer unas cuantas al mismo tiempo que el nuevo contenido que ya estoy empezando a planificar.

Por último, cabe decir que el blog todavía está en una fase de experimentación. Iré tocando cosas relativas al diseño y el html. También acabaré de escribir el apartado Sobre el autor  y añadiré o quitaré algunos gadgets.

Esto es todo por el momento, muchas gracias a quiénes estén leyendo el mensaje de apertura.

(Me hace bastante gracia hablar en plural inclusivo sin tener un público asegurado)